Seguí besando tus labios impregnados de veneno sin darme cuenta de que en cada roce con ellos me arrebatabas la vida. Creía rejuvenecer a tu lado, sin darme cuenta de que sólo estaba perdiendo el tiempo. Me bebí tus mentiras, tu traición, tu indiferencia y quise creer cada falso perdón que decías sin ser capaz de demostrarlo. Me aferro ahora a esta agonía tratando de hallar algún resquicio de valor en las horas compartidas, para no morirme tan triste, para no morirme tan sola. Y no lo encuentro. Sólo me queda el sabor que en mi boca dejó tu veneno.